lunes, 6 de junio de 2011

El Coaching: Perfume de seducción

Más allá de una herramienta de impacto a corto plazo, el coaching se ha desvelado como el detonante de un proceso que continúa cuando el coach ya se ha ido. Es como la suave fragancia que deja un buen perfume mucho tiempo después del evento para el que se utilizó.

En la película “El Perfume: Historia de un asesino” dirigida por Tom Tykwer e interpretada por Ben Whishaw, Dustin Hoffman, Alan Rickman y Rachel Hurd-Wood; Hoffman interpreta un extraordinario papel secundario como perfumista, venido a menos, en la Francia del siglo XVIII.

En la película el guionista nos cuenta algo que ya había leído hace tiempo, y es que un perfume está concebido como una estructura en forma de pirámide olfativa y, como toda buena obra de teatro que se precie, consta de tres partes: las notas altas (las que se perciben desde la vaporización, frescas y volátiles), las notas medias o corazón del perfume (más voluptuosas, aparecen al cabo de 10 minutos aproximadamente) y las notas bajas (pesadas y tenaces, son las que fijan el perfume). Estas últimas son las que perduran incluso a veces después de haber tomado una ducha y habernos cambiado de ropa. Conocemos el verdadero olor de un perfume una hora después de aplicarlo, cuando todas las notas ya han salido a la luz.

Podemos trasladar el efecto de un buen perfume al que produce un proceso de Coaching exitoso.

La fragancia de impacto, es decir, la nota alta del perfume, es la primera que se huele y debe resultar agradable y atractiva para despertar interés. En coaching, esta fragancia es la generación de contexto.

En esta primera parte el coach utiliza su habilidad de generar rapport, de demostrar su presencia y su entrega generosa a la persona que acompaña. Sin pretender brillar. Dejando todo el protagonismo al coachee y a las inquietudes que comparte con su coach.

Nuestra empatía garantiza el impacto. No hablo de empatía solo al nivel de “ponerme en los zapatos del otro”, más aún, hablo de sentir su dolor o su felicidad, su excitación o su miedo, su amor, su rabia. Empatizar desde el sentido más profundo, de escuchar a alguien sin juzgarlo, sin hacernos cargo de él y sin pretender cambiarlo.

Cuantas veces mi racionalidad me ha jugado una mala pasada y erróneamente he interpretado que algún amigo me está contando algo a la espera de que yo le de una solución, y cuando pregunto ¿cómo quieres que te ayude?, la respuesta es “no quiero que me digas lo que tú harías, sólo quiero que me escuches”

Honestamente reconozco que dentro de mis objetivos al generar contexto durante una primera sesión de coaching, está el de impactar en mi coachee. Esto garantizará la continuidad del proceso, para beneficio de quien acompaño en este proceso de crecimiento personal y profesional, y para beneficio propio como medio de vida.

Una buena empatía, algún reencuadre y alguna distinción lingüística son suficientes para que el Coachee adivine que hay un mundo más allá del que él ve.

La fragancia corazón es la nota media del perfume. Proporciona la originalidad del perfume y contienen sustancias florales, especiadas y amaderadas que en un programa de coaching se convierten en el núcleo del proceso.

Ese lenguajear y emocionar, del que habla Humberto Maturana cuando define la conversación, es a veces, más allá de un medio para conseguir un objetivo determinado, un fin en sí mismo.

Es frecuente cuando iniciamos una conversación con un propósito determinado con alguien, que cuando existe una conexión emocional, el objetivo inicial de la conversación pierde importancia. Ya solo importa seguir hablando y seguir compartiendo espacios.

¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Por qué estás aquí? ¿A dónde vas?, son reflexiones generadoras de emociones poco frecuentes y que nos trasladan a otros mundos, a otras realidades. Que intensa sensación, cuanto miedo, cuanta excitación, cuanta incertidumbre, cuanto entusiasmo.

¿Qué quiero?, en el campo de las infinitas posibilidades.

Como Coaches acompañamos a las personas para “terminar yéndonos”, “para no quedarnos”. Este es el fin de nuestra labor profesional. Pero, ¿qué queda cuándo nos vamos?

La fragancia de fondo, o nota baja, es la que da el carácter y la personalidad definitiva al perfume. Permanece en la piel y queda incluso días después de que se ha utilizado.

Así como las sesiones de coaching se desarrollan en el salón comedor, la verdadera transformación se cuece en la cocina. Las sesiones de coaching son sólo el remojo de lo que viene después. Es la transformación del coachee en un observador diferente del mundo

que le rodea. Es la mariposa que se ha metamorfoseado y emerge de su crisálida. Es una aproximación a la vida de manera diferente, con la sensación de control sobre los eventos por acontecer.

Nace un diseñador de futuro.

He disfrutado como participante y organizador hace unos días en un taller de “El Líder como Coach” facilitado por Leonardo Wolk, el autor de “El arte de soplar brasas” con un nutrido grupo de directivos en el Hotel Westin Palace de Madrid. Algunos de estos directivos habían sido, o todavía lo eran, profesionales acompañados por mí en proceso de coaching.

El placer añadido al evento en sí, era para mí reencontrarme con alguno de ellos que no había visto desde hacia algún tiempo. La emoción me invadió cuando alguno de ellos, en reflexiones compartidas con el resto de asistentes, reconocía haber dado un giro a su vida durante, y después, del proceso de Coaching. Esto no es un mérito mío, es un mérito de la herramienta, del proceso. Proceso que continúa cuando el programa ya ha acabado.

El Coaching no es un agua de colonia de intensa y fresca fragancia que desaparece unos minutos después de haberse bañado en ella. El Coaching es un perfume intenso y exótico que guarda aromas y esconde sensaciones que se desvelan con el paso de las horas y de los días.

El Coaching es un perfume de seducción

Jorge Salinas

Coach y Fundador de Atesora y Lider-Haz-Go¡

No hay comentarios:

Publicar un comentario